No era verdad, amor.
Como en un relato de ciencia ficción,
con tema, forma y fin elegidos,
diría que
si pudiera tener un superpoder
desearía que fuera el perdón
para poder olvidar tus mentiras.
Perdonar tu egoísmo,
ese que te lleva a doler a los demás
porque tienes dolor de sobra.
El mismo que te obliga a actuar
sin pensar
que en tu ombligo sólo cabes tú.
Y cuando cabe alguien más
no es más que casualidad.
Ni siquiera magnetismo artificial.
El hueco podría llenarlo yo. O no.
Quizá cualquier otro. Otra.
O tú. Que te quieres tanto,
que no levantas la vista
para ver cuánta hiel
dejas en
tu letal rastro
de drama, alcohol y tabaco.
Perdonar cualquier atisbo de bondad
y olvidar
que todo lo bonito,
generoso
y (en definitiva)
amor
que diste
era fruto de un esfuerzo consciente
por ser más fuerte
que la oscuridad que tanto miedo te da
- cuando duermes sola,
porque emana de dentro - .
Desde el centro de tu pecho,
cielo, se te ve en los ojos:
eres todo tormenta,
no tienes más entrega
que aquella que te llena
pero solo,
exclusiva
y excluyentemente
a ti. Aunque no lo parezca.
Te refugias en trincheras ajenas
para no afrontar tu guerra,
y te conviertes en veterana
de otras piernas
mientras huyes del secreto
de tu alma.
Ya lo dijiste un día: la gente debería
tener más consciencia de su rastro,
de su huella, de sus pasos;
que luego nos hacemos daño,
y sólo era cuestión de mirar al otro lado
para hacer de tus compañías
más plenitud que daño colateral
(aunque en accidentes nos convertías).
Sabemos ambas que para conciliar el sueño
hay que reconciliarse con el mundo.
Deja de provocar guerras:
aunque llevas en tu nombre la paz,
traes tras de ti un surco lleno de incon(s)ciencia.
La inconsistencia de tu conciencia
se refugia en cualquier abrazo,
cada noche
un beso distinto te sirve,
te calma; no llena,
pero ocupa. Y basta.
Y qué importa ahora.
Todo gira entorno a ti,
pero puedo cerrar los ojos
para dejar de pensar en el epicentro
y seguir soñando
que un día todo esto se me habrá olvidado.
Me enseñaste un día que si no lo miras,
desaparecerá. No es verdad.
Nada es verdad.
Pero qué importa ahora.
Tengo más amigos que tú noches de insomnio.
Y tú más esbirros que yo noches a salvo.
Comentarios
Publicar un comentario