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De ausencias y obsesiones

Para mí, no estar siempre ha sido un poco como no ser. No estás y me toca afrontar el duelo de lidiar con el dolor de tu ausencia.

Ya lo escribí una vez: no sé distinguir si me empacho de promesas; y no sé a qué ausencia corresponde este dolor: tú de entonces, tú de ahora, o cualquiera de tus imágenes.

Si por no estar no eres, ya nunca serás la que fuiste cuando estabas. La urgencia del presente que sólo entiende de la piel y el capricho de tu imagen, que viene y no se va.

Te veo en cualquier parte, y no me ayuda a respirar.

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buscando tu eco

no me ha gustado  últimamente hablarte ha sido estéril como el quirófano teórico  contra el que lanzo mis tripas deseando que desenredes tanta crudeza pero no estabas cerca nunca lo has estado buscando tu eco me topé de bruces con la misma y constante muralla de siempre el muro permanece  además de la sangre  de mis entrañas y de mis manos (extrañas  de mí pero gritan tu nombre)  lo apuntalan los despojos del pedestal que no me pides y sin embargo defiendes dos o tres veces al año recurrí a tu luz  es lo que mejor se me da acaso la opción juiciosa  cuando la palabra cercena el papel abrasa el discurso titubea y la narrativa acaricia  el bucle irredimible  de la autodestrucción 

todo sigue igual (II)

saldrás algún día de la mentira de tus seudónimos y falsos nombres? harás hogar en algún puerto mientras resistas las ganas de quemar todas y cada una de mis naves? reconoceré tu voz cuando no espejes al conveniente interlocutor que proteja tu escindida y escuálida autoimagen? me iré alguna vez de los amores rogados, escupidos, injuriados y calumniados? seré por fin ave que confíe en sus alas aunque tema volar? no tengo más certeza que mi inmovilidad pasada y tu futuro imposible en mi apnea de la vigilia solo pasa el tiempo y todo sigue igual