No deberías venir a buscarme.
Ya no visto esa sonrisa que me dabas,
no emano aquel calor que llenaba
cada cuarto, cada mirada, cada abrazo.
No tengo nada para darte
porque ya te lo di.
Y todo es nada cuando se trata de ti.
Ya no quedan baluartes.
Es más sencillo esperar
que el río deje de sangrar,
habrá que intentar que las lágrimas
no vayan a parar al mar.
Y cuando digo sencillo
quiero decir natural,
porque lo visceral
sería correr a buscarte
para decirte que nunca es tarde.
Si se pudiera volver a empezar.
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