A veces, cuando bajo la guardia, me descubro con los ojos cerrados evocándote
en mis pensamientos. Te recuerdo besando mi frente y metiendo tus manos en las
mangas de mi jersey, con la sonrisa que vestías siempre que venías a verme. Me
recuerdo de pie, muy cerca de ti, con mis labios en tu clavícula y tu mejilla
apoyada en mi cabeza mientras esperábamos a que dejara de llover para volver a
llegar tarde a nuestras casas para cenar. Te recuerdo pidiéndome que me quedara
cinco minutos más, cuando medías esos cinco minutos en los pasos agigantados
que nos parecía que daba la noche para abandonar el día los primeros días de
otoño; y me recuerdo a mí pensando lo rápido que pasaba el tiempo cuando sólo
nos hablábamos en besos. Te recuerdo entrando a mi cama, deslizándote entre las
sábanas y frotándote para sacudirte los escalofríos; contándome cada uno de los
pensamientos que habías tenido ese día y todos los anteriores, y yo ya sabía
que habías estado pensando en qué estaría pensando yo si estuviera viendo lo
mismo que tú aunque supieras que había estado viendo lo mismo que tú.
A veces bajo la guardia y recuerdo cómo me mirabas a los ojos mientras
me pasabas la última canción que te había hecho pensar en mí y buscabas en mis
mejillas el calor que provocabas (sobre todo en aquella tan sweet que nos
susurraba Norah…). Recuerdo cómo me cantabas las canciones que te hacían bailar
por dentro, y también las que te hacían bailar por fuera, y también esas que no
se pueden bailar pero hacen vibrar a tu alma. Recuerdo cómo me llamabas por mi
nombre para hacerme dejar los apuntes y pedirme un beso y que te contara el
plan de estudio de aquella primera tanda de temibles exámenes de nuestro primer
curso. Recuerdo que me pedías a gritos con la mirada que huyéramos de la clase magistral de
todos aquellos papanatas que sólo decían paparruchas para irnos a los bancos a
ver cambiar las estaciones, y con ellas, lo que éramos.
Bajo la guardia, y me acuerdo de cómo dejaste de preguntarme diarios
de viaje, de cuestionarme dudas existenciales, de pedirme besos y de buscarme. Me
acuerdo de cómo nos hicimos todo ese daño y de cómo nos pedimos perdón. Bajo la
guardia y me acuerdo exactamente de cómo nos despedimos sin decirnos adiós.
Si bajas la guardia alguna vez, que sea con vodka y amigas, se hace más ameno.
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