Aquí estamos tú, tu
imagen de ti, mi imagen de ti y yo. Yo nunca pude apartar mis ojos de ti ni tú
levantar la vista de tu ombligo, así que la ausencia del resto de invitados
queda justificada. Nos sentamos en el sofá tú y yo, frente a frente.
Aquí estamos tú y yo,
manoseando la palabra miedo; haciéndola pequeña, estirándola en el tiempo,
rompiéndola lentamente en millones de trocitos y recomponiéndola en milésimas
de segundo.
Tu imagen de ti se
acerca al sofá, y mira extrañada la palabra que tenemos en las manos. No parece
conocerla, sin embargo, la observa como si la hubiera visto alguna vez de
lejos. Se aleja sin ninguna expresión.
Mi imagen de ti se acerca al sofá, y nos tira a las manos la palabra rabia, que rápidamente se entrelaza con la palabra miedo y nuestros dedos. Sonríe con maldad, y se reúne con tu imagen de ti. Se presentan, pues son dos desconocidas.
Oigo a mi espalda un
chistido. Tú pareces no darte cuenta porque las adorables palabras están
enredándose hasta unirse totalmente. Sin separar mis manos de las tuyas, me
giro hacia la dirección de la llamada. Tímidamente, se asoma mi imagen de mí
por detrás de unas cortinas, y cruzamos miradas.
Tu imagen de ti se ha
percatado de mi visión, y aunque desconoce el motivo, se vuelve a acercar al
sofá en el que peleamos con el miedo y la rabia. Sonríe y trae la palabra
deseo, que brilla, vibra y salta entre sus manos.
Mi imagen de mí vuelve
a chistar desde su escondite. Chista cada vez más fuerte, tanto, que tú pareces
oír algo. Pero no levantas la vista de tu ombligo ni las manos del miedo y la
rabia.
Mi imagen de ti decide
que ha tenido suficiente entre todos estos desconocidos, y se va con la palabra
deseo y tu imagen de ti. Nos quedamos con el miedo y la rabia, y no hay deseo
que valga. Entonces, vuelvo a oír otro chistido. Mi imagen de mí me llama por
mi nombre y me invita a acompañarle.
Quito mis manos de las
tuyas, y la rabia y el miedo desaparecen. Tú te giras, te alejas y aligeras el
paso para alcanzar a mi imagen de ti y a tu imagen de ti. Tú, tus dos versiones
y el deseo os desvanecéis, y mi imagen de mí me muestra el camino hacia la
puerta, que brilla y vibra tanto o más que la palabra que te llevas.
Nunca entendiste de
rabia ni miedo, sólo de deseo.