no tenía que haber acabado así
ojalá tu carta de despedida
en mayo de 2020
no hubiera traído reencuentro;
las reconciliaciones posteriores
fueron cada vez más sádicas:
algunas disfrazas de teoría,
otras sin absoluto disimulo
por perpetuar
el hastiado hábito de destrozarnos
con nuestra simple y silente
presencia mutua;
sabemos que estabas cogiendo fuerza,
te sobraba cobardía
no hacía falta revivir
más entrevistas y despidos,
más abandono y traición,
más mudanzas y aeropuertos,
más salvación, persecución y siempre víctimas,
en esta díada polar dramática,
más gritos y desesperación,
más rutina y costumbre,
no hacía falta interponer
exactamente mil diez días
entre tanta sangría encarnizada
no debiera haber enviado
tantos y tantos mensajes,
invitaciones a mi cuarto,
mi cama, mi mente,
a coger tu mano en las canciones
que hablaban de cómo ibas a dejarme,
no debiera haber comprado
regalos que no iba a poder darte
mientras tanto tú estabas
dejándote llevar y querer,
cenar unas cigalas, por qué no,
con la mesa llena de miradas
acaso sabían algo que yo no,
o se me veía la cara de idiota
mientras tú no estabas;
dejándote en móvil en casa
porque trabajabas
todo el día
decías
en turno doble, decías
en realidad salías con esas amigas
cuya cara y nombre nunca supe
y ahora sé
que también con esa
cuya cara y nombre
me sé tan bien
como el poema que me descubre
tu bien escondido tesoro:
el mismo método de amar
con distinto contexto artístico
(reconozco que ella
te espeja mejor)
en la misma ciudad
que nunca te conserva
no quise que acabara así
bloqueada, enfadada, decepcionada
aunque seguramente
mi versión de la historia
sea siempre más triste,
más rota y más oscura
que lo que tu fantasía te deja ver
de lo que ha quedado de nosotras
al menos me quedo tranquila:
nunca leerás estos poemas
porque ya no te importa
el inventario de naufragios
de esta playa
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